Este mes de marzo ha sido complicado y triste, no solo por las tres semanas que he permanecido en el hospital, con problemas de vesícula ya solucionados, sino porque mientras estaba ingresada he perdido dos grandes y admiradas amigas: Montserrat del Amo y Luz María Jiménez Faro.
Con Montserrat |
Con Montserrat se ha ido parte de mi infancia y juventud. Cuando ganó el premio Lazarillo con "Rastro de Dios" yo era una adolescente a la que encantaba la lectura y por supuesto me encantó también aquella historia ingenua y divertida de "El Sentao". Luego seguí los libros de Montserrat siempre y ejerciendo de maestra, procuré que mis alumnos también los disfrutaran para que quedaran atrapados en las mágicas redes de su lectura.
Conocer a Montserrat fue una de las mayores emociones que he sentido, no solo porque sus obras formaron siempre parte de mi vida sino también porque siendo una gran autora, tuvo la deferencia de tratarme -entonces una recién llegada a la literatura infantil- de igual a igual en todo momento. Encontrarme su sonrisa y su abrazo en las actividades en las que coincidíamos era la mejor forma de que aquella jornada se volviera grata e inolvidable.
Con Luzmaría |
¿Y qué decir de Luzmaría...? Era una magnífica poeta, tenaz investigadora y creadora de Torremozas, la editoral que dio a tantas mujeres la oportunidad de ver sus libros impresos. Nos conocimos en 1984 cuando yo me planteaba publicar mi primer poemario "Isla de Brétema" y desde entonces la consideré amiga por esa cariñosa acogida que me brindó al conocernos. Mi libro salió en su editorial en 1985 y en ella tengo publicados tres más, el último hace tan solo unos meses. Torremozas ha sido y será siempre mi editorial y ella mi editora aunque, por la concesión de algunos premios, se publicaran libros míos en la Diputación de Guadalajara y otras entidades.
Luzmaría fue la que me abrió camino y me dio el impulso de seguir adelante con la poesía porque siempre alabó y publicó los originales que le enviaba y se sentía feliz con mis nuevos libros y los logros que iban situándome poco a poco entre el panorama de poetas. Nuestro cariño crecía a lo largo de los años en reencuentros en la feria del libro madrileña y en muchos actos literarios en los que coincidimos y ese cariño se hizo extensivo a Antonio Porpetta, su marido, y a sus hijas Paloma y Marta, con los que he sufrido en la distancia la angustia de su desaparición. Torremozas seguirá adelante porque su trayectoria es imparable, pero Luzmaría no volverá a escribir sus bellos poemas.
Es verdad que de Montserrat y Luzmaría siempre nos quedará su obra y su recuerdo pero hemos perdido su presencia cálida y la ilusión juvenil que irradiaban sus ojos. Por eso estoy triste y lo estaré durante mucho tiempo. Porque los seres luminosos y mágicos como ellas no pueden caer en el olvido.
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